La noche

Miré sus ojos oscuros, casi como un profundo pozo, antes de cerrar los míos y darle un último beso décimas de segundo antes de dormirme en sus brazos. Pocas horas después, al despertar, me percaté de que sobre mi cadera seguía reposando su mano y que no nos habíamos movido ni un solo centímetro. Su boca continuaba pegada a la mía por el último beso del día anterior, que se convirtió en el primero de aquel día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario