Noche traicionera

Si dijera todo lo bueno, se quedaría corta. Si comentara algo malo, mentiría.
A pesar de ello, a veces, dudaba

Observar desde la distancia

Todavía no estoy de servicio. De todas maneras, no puedo dejar de escuchar y de observar todo lo que me rodea. Me inquieta. Estoy en una situación peculiar.
Cada individuo de los que me rodea en estos momentos me resulta extraño. No recuerdo haberlos visto antes. Ni creo que los vuelva a ver. Simplemente el azar nos ha situado a todos aquí.
Reparo en ellos de forma discreta. En su cara, su forma de vestir, su mirada, su sonrisa nerviosa... Mil pensamientos estarán rodeandome en estos instantes ajenos al hecho de que pienso en ellos.
Cada una de las personas que me rodan tiene una historia que contar.
Detrás de mi tengo a unos profesionales que, como yo, están soportando los gajes que tiene este oficio, como es el nuestro. Los escucho y sí, recuerdo a la perfección la historia de la que hablan. A mi también me sobrecogió en su momento. Ahora, sería sencillamente algo más que contar mientras se espera.
Por otra parte, a mi derecha y muy pegados a mi, un matrimonio ya maduro. Él la acompaña. Ella es una de las elegidas por el destino que tiene que pasar la criba. O quizás no. Será entonces cuando sabrá si, junto a 12 personas más, deberá tomar una decisión que cambiará el rumbo de las vidas de otras personas. Como Jesucristo en la Última Cena.
A su lado, un cincuentón muy moderno. Canosa melena recogida en una fina y larga coleta. Su frente me genera curiosidad. Amplia, con arrugas de expresión. Al levantarse mi curiosidad sólo va en aumento. Pantalones morados y camiseta verde.
Vuelvo la vista a la pareja y lo miro de nuevo a él. Este señor está solo, pienso.

La pieza decorada

La vida da muchas vueltas, por eso me gusta observar lo que me rodea. En estos momentos, mientras escribo esta entrada a mi blog sobre papel, como antaño se hacía, estoy sentada con las piernas colgando, como cuando era niña y todos los asientos me quedaban altos. Era entonces cuando tenía que auparme y con dificultades llegaba a mi destino. A veces, la gran mayoría, lo cierto es que algún mayor me ahorraba la faena y me sentaba directamente. Así veía el mundo desde las alturas. Me creía mayor.
Ahora he crecido y las tornas han cambiado. Estoy como una niña en su pequeño trono que le hacía soñar con reinar algún día el mundo. Sin embargo, ya no miro la vida desde las alturas de una silla que ahora percibo de tamaño medio.
Siento que la superficie en la que estoy sentada está muy fría y es duro. Es de cristal blanco, de esos modernos que se llevan ahora. Es más, me atrevería a decir que, por no ser, no es ni un asiento. A un metro de mi, a ras de mi espontáneo y extraño sofá, una falsa decoración me hace compañía. Un cactus enano, de plástico, rodeado de piedras falsamente blanquecinas y un intento de algo que parece un naranjo, poco más grande que todo lo anterior, me acompañan.
Definitivamente parezco una pieza más de la decoración. Eso sí, soy real, como mis sueños de infancia. Escribo sobre una libreta en letra pequeña y casi ilegible a la espera de que me toque el turno de entrar.

Oscura madrugada

Sólo habían pasado unos meses, sin embargo recordaba muy poco de aquel día. Se obligaba a hacer memoria. Estaba cansada y los tacones hacían mella en ese cansancio que se acrecentaba por momentos, igual que las horas de trabajo que llevaba a las espaldas de aquella tarde.
La noche irrumpió en su vida mientras ella maldecía estar allí. De pie. En aquel lugar oscuro e inhóspito. Sólo tenía una única aliada a la que quería dar la espalda aquella noche. No sabía los motivos, pero algo le obligaba a quedarse allí a pesar de tener unas ganas atroces de salir corriendo. Se quedó quieta por miedo a tomar un rumbo desconocido. Y lo cierto es que su mundo comenzó a girar en aquella madrugada y todavía no ha parado.

Campanas

1am. Suenan las campanas marcando la hora en punto. Mientras, tú duermes y yo te recuerdo

Edificios con encanto

No es que se marchara a un mal lugar, sabía que no se dirigía a un matadero, pero cada vez se le hacía más complicado abandonar aquel vetusto edificio.

Caminos comunes

Ella había enterrado su pasado y el de él no existía. Al menos de eso intentaba convencerse cada vez que buscaba excusas para resquebrajar una solidez evidente.
'Es fuerte', se deía. Corto, pero firme y seguro.
- ¿Y si...? - se preguntaba más de una vez. Sin embargo, la respuesta llegaba en cuanto lo recordaba.

Sin palabras

No sabía qué decir ni tampoco cómo describirlo.
Por primera vez en toda su vida alguien le había dejado sin palabras.
Y eso le gustaba

El riesgo de las dudas

Primero le asaltaron las dudas.
Después los recuerdos de un tiempo pasado que quería olvidar.
Nada era igual.
De nada valían esas dudas.
Echó hacia delante.
Acertó.