Charlas, charlas y más charlas

Las manecillas del reloj seguían girando sin que ellas pudieran hacer nada más que mirarlas y poner los ojos en blanco. El tiempo pasaba y nada podían hacer. Sólo esperar. Y charlar. Tras casi dos horas, les tocó el turno.
Se sentaron alrededor de una pequeña mesa, algo apretadas, pero nada importaba. Siguieron charlando. Y riendo. Cuando salieron pasearon por las oscuras calles peatonales de la zona. Charlaron. Y rieron. Y vivieron.
Al final encontraron 'su' lugar. El lugar que disfrutaría de ellas aquella noche. También charlaron.
Y es que, por más años que hace que se conozcan y todos los que quedan por pasar, siempre tienen algo que contarse. Y siempre lo tendrán.

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