Vida nueva

Hay momentos en los que encuentras ante ti un nuevo horizonte deseoso de ser explorado. El único problema que yo encuentro, sentada desde mi sillón, es el miedo a encontrar algo desconcido y no saber cómo reaccionar ante ello. Dije miedo, quizás hubiese sido más adecuado sincerarme. Yo siento pánico. ¿Para qué ocultarlo?

Anoche mientras esperaba que el sueño me sorprendiera y me hiciera caer en sus brazos, esta mañana mientras me acicalaba antes de salir de casa y varias veces anteriores, no pocas, una pregunta ha irrumpido cualquier pensamiento que tuviera en el momento. Una cuestión que hasta el momento jamás me había planteado pero que, con el paso de los años (que ya empiezan a pesar) cobra una importancia que, en absoluto, pensé que tendría. Y me refiero a, ni más ni menos, a aquello que realmente necesito. Aquello que necesito a mi lado. Una necesidad no material sino intelectual.

Después de varios intentos con banales intelectos que no aportaban nada más que desesperación, hastío, desinterés y agotamiento, la conclusión a la que he llegado es que necesito quedar enterrada bajo inquietudes que me hagan inquietarme. Que un estilo particular me abra un universo desconocido y me lleve de la mano para afianzar el mio propio. Que una discreción externa me adentre en una misteriosa vida interna. Necesito que vuelvan cuando yo voy y me dejen perderme en mi camino para saber regresar, y me estén esperando. Equivocarme para sorprenderme. Quedarme perpleja ante ideas dispares pero posibles. Ser el centro de una vida que yo admire porque esa admiración sea mutua.
La cuestión es que necesito un espejo en el que mirarme cada mañana y luchar por esa imagen y que ella también luche por mi. Necesito aprender siempre a través de una fascinación recíproca que propicie que el corazón lata cada día sólo por lo que va a hacer que suceda. Necesito una vida que no esté vacía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario