El final de la obra

Yo, como quien se encuentra sentada ante su gran obra maestra, la cual se puede decir que era mi ópera prima ya que el resto de escritos no eran más que borradores. Creía enloquecer para encontrarle un final a aquellas páginas que tantos quebraderos de cabeza habían supuesto para mi, cientos de noches de vigilia pensando cómo sacarlas adelante ideando la mejor manera de lograr un broche de oro digno para todo aquello.

Y cuando menos lo esperaba, cuando la ilusión sobre un nuevo capítulo rondaba por mi cabeza, en el momento en el que había decidido echarlo todo por la borda y reconocer que todavía no era momento para escribir las últimas palabras sobre aquella historia porque quería que siguiera, una imagen hizo aquel trabajo por mi. El final llegó como un huracán. Sin embargo, lo mejor de todo, es que asumí aquel torbellino de sensaciones que sentí en el estómago con una extraña serenidad.

Sólo había una conclusión posible. Un final posible. Y ya estaba firmado hacía tiempo, simplemente quedaba poner un simple punto y final. Tan sencillo era que no lo dudé. Fin.
Ahora he dejado de ser la escritora transmisora de emociones para ser una mera espectadora, sin lágrimas, emociones, recuerdos ni esperanzas puestas sobre algo que ya ha concluido. Mi ópera prima esperaba un final y ya lo tiene. Mientras tanto, la obra maestra aguarda su inicio.

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