Observar desde la distancia

Todavía no estoy de servicio. De todas maneras, no puedo dejar de escuchar y de observar todo lo que me rodea. Me inquieta. Estoy en una situación peculiar.
Cada individuo de los que me rodea en estos momentos me resulta extraño. No recuerdo haberlos visto antes. Ni creo que los vuelva a ver. Simplemente el azar nos ha situado a todos aquí.
Reparo en ellos de forma discreta. En su cara, su forma de vestir, su mirada, su sonrisa nerviosa... Mil pensamientos estarán rodeandome en estos instantes ajenos al hecho de que pienso en ellos.
Cada una de las personas que me rodan tiene una historia que contar.
Detrás de mi tengo a unos profesionales que, como yo, están soportando los gajes que tiene este oficio, como es el nuestro. Los escucho y sí, recuerdo a la perfección la historia de la que hablan. A mi también me sobrecogió en su momento. Ahora, sería sencillamente algo más que contar mientras se espera.
Por otra parte, a mi derecha y muy pegados a mi, un matrimonio ya maduro. Él la acompaña. Ella es una de las elegidas por el destino que tiene que pasar la criba. O quizás no. Será entonces cuando sabrá si, junto a 12 personas más, deberá tomar una decisión que cambiará el rumbo de las vidas de otras personas. Como Jesucristo en la Última Cena.
A su lado, un cincuentón muy moderno. Canosa melena recogida en una fina y larga coleta. Su frente me genera curiosidad. Amplia, con arrugas de expresión. Al levantarse mi curiosidad sólo va en aumento. Pantalones morados y camiseta verde.
Vuelvo la vista a la pareja y lo miro de nuevo a él. Este señor está solo, pienso.

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