La pieza decorada

La vida da muchas vueltas, por eso me gusta observar lo que me rodea. En estos momentos, mientras escribo esta entrada a mi blog sobre papel, como antaño se hacía, estoy sentada con las piernas colgando, como cuando era niña y todos los asientos me quedaban altos. Era entonces cuando tenía que auparme y con dificultades llegaba a mi destino. A veces, la gran mayoría, lo cierto es que algún mayor me ahorraba la faena y me sentaba directamente. Así veía el mundo desde las alturas. Me creía mayor.
Ahora he crecido y las tornas han cambiado. Estoy como una niña en su pequeño trono que le hacía soñar con reinar algún día el mundo. Sin embargo, ya no miro la vida desde las alturas de una silla que ahora percibo de tamaño medio.
Siento que la superficie en la que estoy sentada está muy fría y es duro. Es de cristal blanco, de esos modernos que se llevan ahora. Es más, me atrevería a decir que, por no ser, no es ni un asiento. A un metro de mi, a ras de mi espontáneo y extraño sofá, una falsa decoración me hace compañía. Un cactus enano, de plástico, rodeado de piedras falsamente blanquecinas y un intento de algo que parece un naranjo, poco más grande que todo lo anterior, me acompañan.
Definitivamente parezco una pieza más de la decoración. Eso sí, soy real, como mis sueños de infancia. Escribo sobre una libreta en letra pequeña y casi ilegible a la espera de que me toque el turno de entrar.

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